miércoles, 22 de septiembre de 2010

Adios

Por la noche que no me diste,
por los besos que no quisiste,
por no velar mis sueños en tu almohada,
deja que vuele, donde tú no alcanzas.

Aquella tormenta se llevó lo poco que quedaba de ti,
yo corrí detrás de ella,
recogiendo despojos y no fue suficiente,
esa lluvia enfrió mis venas y mi corazón.

Tú sufres ahora y yo ya no,
no te sueño, ya no te espero.

Mis penas secan al sol,
perdóname como yo lo he hecho,
recuerdame como tú quieras,
con rosas y vinos, y la luna en primavera.

No fue mi culpa, ni fue la tuya,
fueron las luces de aquella ladera.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Juan de las culebras

Clara de despertó en plena noche, podía oír claramente el ruido que hacían los grillos antes de la madrugada. Qué sueño más raro había tenido, planetas lejanos gobernados por máquinas, súper héroes humanos que asesinaban máquinas con sólo una mirada. Se levantó perezosa, abrió un poco la cortina, no vio nada extraño sólo unos ojos brillantes a lo lejos, pensó que sería un gato negro husmeando la basura, intentó seguir durmiendo, pero los malditos sueños se volvían a apoderar de su almohada; entonces se levantó, decidió salir a caminar un rato, el día despuntaba gris y frió, estaba amaneciendo, oía el alegre canto de los pájaros que a ella tanto le gustaba y el olor a hierba fresca de aquella mañana.

Caminó unos diez minutos y vió la casa vecina hecha de piedras que le traía recuerdos de su infancia, se detuvo unos instantes a observarla, la puerta estaba abierta y sin pensarlo entró como Clara entraría a su propia casa en El Peñón. El piso de piedras desniveladas, su interior había una luz tenue que regalaba una lámpara de gas, hacía mucho frío ahí dentro y la piel se erizaba. Miró a su alrededor y vió varios ovillos de alambres de púas, entre ellos se deslizaban serpientes de todos los tamaños... Un espectáculo espeluznante no podía moverse, estaba paralizada, intentaba hablar, pero no salía palabra alguna de sus labios, aparecío un hombre con los cabellos largos, pegajosos, negros, y un anticuado flequillo, llevaba una camisa blanca abierta y anudada en el ombligo, una gran serpiente en su cuello, éste hombre se llamaba Juan de las culebras.

Invitó a Clara a adentrarse más a su casa, ella con mucho miedo aceptó, le daban pánico las serpientes, y aún así lo siguió , no podía huír, ni siquiera lo pensaba, el hombre la guío al patio y mostró un agujero inmenso cavado en el suelo. Clara se acercó y miro al fondo de ese profundo pozo, qué espantoso espectáculo, serpientes hambrientas al fondo, podía ver en la oscuridad sus horribles dientes. Él nunca habló y sin emoción arrojó a Clara al pozo, ella gritó horrorizada, antes de llegar al fondo, se despertó.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Mañana de colas

El reloj sonó a las seis de la mañana, ¡joder! Me parece que hace dos minutos me había acostado, las calurosas noches del verano en Palma me desploman. No me queda otra, tengo que levantarme; el espejo no estaba amigable, gritaba más horas de sueño… ¡¡ni pensarlo!! ya estaba atrasada. Un chorro de agua fría en mi cara para terminar de despertarme: coleta, gafas y salir disparada. Arranco mi White Polo 1.4 105 CV y acelero, la vía de cintura vacía, claro, pleno agosto en Mallorca, sólo turistas y ellos no madrugan.

Conduzco rápido, escucho la radio a todo volumen "hoy es noche de sexo", tema que me recuerda a mi buena amiga Ely, me dan ganas de bailar, no puedo evitarlo, cafeína pura, aparco, bajo del coche bastante más animada, moviendo el esqueleto... y la veo, la veo estupefacta, la interminable cola con más de 300 personas para acceder a la oficina de Inmigración de las Islas Baleares; y eso que yo había llegado a las ¡¡siete menos cuarto de la madrugada!!! y ya hay ¡¡300 personas antes que yo!! ¡¡Qué brutalidad!. Y aún queda gente por llegar, ya que la oficina abre a las nueve, qué horror..."noche de sexo" es sólo un recuerdo de un pasado feliz.

Me pongo a la fila, pienso, tal vez ni alcance número, que conste ¡¡me he levantado a las seis!! bueno a las seis y cuarto, unos minutos más en la cama, éso si que me había permitido, "porque yo lo valgo". Además con la cara de espanto que llevo, al menos, me hace gracia presumir de ser la más guapa de la cola, lo sé porque un musulmán mira con boca abierta mi corto vestido y hombros al descubierto, su mujer hace lo mismo, pero a ella la envidia la corroe, lo sé.

Delante mío hay unas marroquíes, me doy cuenta, al ver un pasaporte que asoma entre el papelerío de su chillona carpeta, no paran de hablar, no me entero de nada. Un negro que está detrás mío parece tranquilo, no habla, sólo espera, siempre mira al cielo, que hoy está nublado. Me pregunto: ¿por dónde discurren sus pensamientos?, ¿qué ideas pasan por su cabeza?, ¿cuando llegó aquí?, ¿dónde dejó a su familia?, ¿piensa en su mujer, en sus hijos?; Tal vez están muy lejos de aquí, ¿tendrán el estómago lleno?. Él lleva una camisa negra de imitación D&G, alpargatas a estrenar, está aquí, a un paso de mí, pero está lejos, más lejos que las nubes que él tanto contempla.

Las marroquíes me tienen mareada, sigo presumiendo de ser la más guapa de la cola y con más de 300 personas, saco cuentas: 182 mujeres y yo la más bonita, no está mal para una flaca piernas torcidas y culo gordo.

Ya son las nueve, ¡han abierto!, ¡Aleluya! se abren las puertas del cielo, avanza la hilera lentamente. Un bebé chino duerme plácidamente en su cochecito, es una niña preciosa, ¡gordísima!, sus ojos son una raya oscura, sus mofletes parecen dos globos que dan ganas de pinchar. Sus padres, quietos, tranquilos, no hablan, sólo se miran y miran, avanzan un paso cada 5 minutos.

Piso unos cartones y veo una frazada y un cojín... ¡¡Joder!! Me hubiera venido a dormir aquí.

Más adelante veo a unas venezolanas o de por ahí, lo deduzco por su apariencia, cuarenta años y bien alimentadas, ceñidos vaqueros y tops que marcan sensualmente sus curvas, causan sensación en la formación, pero no logran destronarme. Ahora la fila avanza más rápida, esquivo una mierda de perro y un condón usado... ¿quién vendrá a follar aquí?.

Las marroquíes han agotado mi paciencia y la de un rumano que está delante de ellas, es gitano, ¡se huele!.

Mucha gente exótica y de lugares tan remotos, y yo de El Coipo

Se incorpora a la ringlera una colombiana, morena, pelo largo, buenamoza y con una destacable delantera, no logra quitarme el cetro. Ahhhh ese acento encantador, ya quisiera yo tener a alguién que me hable de Ud. y al oído.

Me acerco a la puerta de entrada, un poli me pregunta que trámites voy a realizar, le muestro mi sobria carpeta, me hace pasar y me da un número el 248. ¡Coño! pasaré la mañana aquí, hasta podría dormir las horas que me faltaron, si no fuera por los niños que corretean, la gente murmurando diferentes idiomas y las marroquíes que siguen chillando su jerigonza, dormiría a pata suelta... ¡OOOhhhhhh!, de repente la veo, ¡¡me han destronado!!, una chilena guapísima, pelo oscuro y rizado, rostro pálido, suaves curvas, ¡joder! me han arrebatado mis 5 minutos de gloria, suele pasarme a menudo.

En fin, después de mil vostezos míos, más unos 50 millones, si cuento al resto de los inmigrantes y otros 25 millones más, incluyendo a los representantes del Gobierno español. Llega mi turno, entro, me atiende un joven muy simpático, no le extraña mi cara de sueño, vengo a renovar mi residencia por tres años más, digo, el hojea mi carpeta, le faltan documentos, sin esos papeles no podemos tramitar su visa, lo siento, me dice con resignación, deberá ir a la seguridad social, de ahí a hacienda, y de hacienda a la policía nacional para sacar sus antecedentes penales ¡¡qué susto!! y recién, en ese momento, veremos si podemos renovar su tarjeta de residencia. ¡No puede ser!, respondo con amargura, deseo que éste tenga que inmigrar algún día a Chile.

Son las tres menos veinte, me voy derrotada. Para colmo de males, ni un tío bueno. Pego una repasada a la que me quitó el trono, ¡BRUJA!, me voy con la cola entre las piernas a hacer cola a otro lado.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Lluvia

La lluvia voraz resbala por mis cabellos,
baja por mi cuello como rios en cólera,
la lluvia atraviesa mis pechos y mi ombligo,
siento su frío.

Esta lluvia ha borrado tus besos, amor;
tus besos que tanto guardé, que tanto guardé.

Ahora yace mojado mi cuerpo de espera,
sin atisvos de tu calor,
la lluvia no se acalla
y se confunde amarga con mis lágrimas
que no cesan, que nunca cesan.

No duermas ahí preciosa mía, bajo la lluvia,
dormirás húmeda y nunca despertarás
y sus ojos azules ya nunca verás.

Recuerda que yo te quiero viva como niñas en una ronda,
yo te quiero alegre, en la tarde de nubes aradas,
yo te quiero libre, con brazos alzados al amanecer,
yo te quiero amada, por hombres de tus ojos enamorados,
yo te quiero suya, eternamente suya,
en su cama de rosas blancas, de rosas rojas
que siempre cada noche él regaba.

viernes, 30 de julio de 2010

Ella

La tarde termina,
yo me arrodillo ante ella,
las sombras se acercan,
yo las espero tranquila,
siempre las espero.

La suave brisa alegra mi balcón,
viene, me calma;
los sueños ya no esperan en mi almohada,
se esfuman en medio de la noche rotunda sin estrellas,
como tú lo haces de día.

Eterno marinero de mil mares,
¿por qué no vienes?,
¿acaso sabes que no puedo ser yo en tí?;
¿sabes que es otra?...¿que soy otra?,
la que me desquicia, la que me odia,
es ella la que busca mi dolor y siempre lo encuentra,
es ella la que me parte el corazón en dos y después llora,
es ella la que te aleja, la que te pierde... ella soy yo.

¡Mátala blanca mía!
rómpe una costilla cerca de mi corazón,
que sangre hasta morir... y me deje vivir.

Siempre me haces daño negra mía,
no puedo evitarlo,
sin tí yo jamás seria,
consuelo de noche, llanto de día.

miércoles, 21 de julio de 2010

LA LOCA DE LA CARTERA

La Choza 
     
Fue construida en la cima de la loma a la entrada del pueblo, desde la cual se domina todo el valle. Como un callejón se obserban los inmensos cerros de la precordillera de Los Andes y cuyas laderas alfombradas de parronales, regalan tranquilidad; a los pies de las montañas serpentea alegre y festivo el Río Grande, hasta donde alcanza la vista, se ve a los campesinos trabajar bajo un sol abrazador.

El rancho había sido levantado con tablones viejos, una tabla mal clavada sobre la otra, tenía una sola habitación, que servía a la vez de salón, cocina y dormitorio; en su interior había una cama hecha de jergones y cubierta con un colcha desteñida; sobre una mesa construida con los mismos tablones, descansaba una cartera de raso de un vivo color rojo. El techo de lona agujereado, producía extrañas sombras en el suelo de tierra mal apisonada. En el pequeño patio había un tendedero de ropa, fabricado con unos palos retorcidos y un alambre, en el cual, se batían al viento una peluca rubia, una estola de plumas y un bolero de lentejuelas rojas.

El  Circo

“¡¡Pasen a ver el circo!! ¡¡Vengan a ver el circo!! ¡¡Hoy como ayer y por un año más, El Gran Circo Monte Carlo!!” El estribillo retumbaba por los altavoces de una Ford antigua que circulaba lentamente por la calle principal y única del pueblo; detrás del vehículo, desfilaba la banda que sonaba entusiasta dirigida por Fernando, más conocido como el Enano, apodo que recibía por sus  135 cm. de altura, que alcanzaba gracias a unos altos suecos que no se quitaba jamás. Cerraba la comparsa una cebra, importada de África, la cual trataba de acomodar su paso al ritmo de la pegajosa música.
Cuando la banda dejaba de tocar y la cebra de rebuznar, hacia su entrada el pregonero, quién invitaba entusiastamente a todos los habitantes de El Coipo, a disfrutar de las funciones que transcurrirían toda esa semana de febrero. La hora de inicio de cada función sería a las ocho, una vez que el sol caía al atardecer sobre las majestuosas cumbres andinas y una suave brisa bajaba de los altos picos, refrescando los tórridos días de verano.
Los habitantes del pueblo estaban emocionados con la llegada del circo, todo el mundo hablaba del colorido de la cebra, del saltimbanqui y sus piruetas, de la centena de huevos que comía Iván el forzudo y sobre todo de Priscilla, la bella y delicada rubia de lentejuelas rojas.
Una desvaída alfombra roja, disimulaba la dura tierra llena de pedruscos de la cancha de fútbol en que se había situado el coliseo; las graderías estaban construidas con nudosos tablones, de los cuales sobresalían innumerables clavos, que a pesar de los tantos martillazos, siempre volvían a emerger, lo que convertía en una hazaña para el espectador, el salir indemne con su vestimenta. La carpa estaba amarrada con unas cuerdas deshilachadas a unas estacas despintadas; lo que daba la impresión, que al primer ventarrón, haría volar por los aires carpa, público y farándula incluida.    
      
                                                                                                                             
Las Periquitas

Era el centro social, lugar de reunión obligado para los varones del poblado, único boliche de El Coipo, regentado por Pepe Vázquez, alias el Coronta, apodo que se había ganado, cuando pasado de copas, trataba de demostrar su dudosa hombría y en un acto ostentación, sacaba su miembro viril, del cual sobresalían unos vellos rojizos que daban la apariencia de una coronta de maíz. Las Periquitas era un burdel de mala muerte con unas cuantas mesas cojas, sin manteles, habitualmente cubiertas de botellas de cerveza, la mayor parte ya vacías. La música alegre y contagiosa se escuchaba desde que entrabas hasta que salías del pueblo. El recinto atraía a mucha gente, los precios eran muy asequibles y más que las copas, lo eran las fulanas.
El Coronta pasaba la noche divirtiendo con su graciosa presencia a los clientes, solía invitar a copas a los más guapos y atractivos de los alrededores, con el mal disimulado afán de emborracharlos, una vez conseguido su objetivo, se ofrecía gentilmente para llevarlos a sus casas. Al día siguiente, una maliciosa sonrisa adornaba su cara durante todo el día; muy distinto era el aspecto del ingenuo mancebo, quien despertaba con una lamentable resaca y un inexplicable escozor en sus íntimas partes.
Juaniquillo mano derecha y vasallo fiel de don Pepe, era el encargado de dar la bienvenida a los clientes, mantener el orden y dar protección a las mujeres. Personajillo marrullero y cojitranco, del cual no se sabía que era más peligrosa, su afilada lengua o su navaja.
Cerraba este heterogéneo grupo, cuatro cortesanas, que de lejos lo parecían y de cerca no quedaba la menor duda, aportaban al negocio una importante cuota de amor, cuota que subía y bajaba dependiendo del precio que pagaba el usuario.
Un día apareció inesperadamente en el burdel una ambulancia, escoltada por el sargento Matamala, quién ordenó el traslado de dos Pericas: la Mote y la Jacky quienes fueron trasladas al hospital de Ovalle. Se les notificó que ambas podían estar infectadas, por lo tanto, tendrían que pasar una revisión médica urgente. En el pueblo corrió rápidamente el rumor que ambas eran portadoras del SIDA. Los vecinos estaban asustados y las mujeres corrían despavoridas desde la comisaría a la iglesia, del confesionario al centro de salud, tratando de averiguar si sus “leales” maridos estaban entre los infaustos. Aprovechando el pánico, más de una cogió a hijos y partió rumbo a Calama con el respectivo amante, abandonado al esposo por “guarro infiel”. Finalmente todo quedó en un mal susto,  solucionado por incontables y dolorosos pinchazos de penicilina, que se impartió a medio pueblo

La Función

Ya había actuado Fernando, el payaso, también director financiero de la empresa y que previamente y sin maquillaje había cobrado las entradas, vendido palomitas, cacahuetes y manzanas confitadas.  El número del saltimbanqui había sido un éxito, personaje que también ejercía de trompetista y encargado de la enfermería. Su actuación junto con la del trapecista eran las más emocionantes; el circo no tenía red, esto producía un silencio absoluto entre los espectadores, el pánico se palpaba, ya que si caían, con seguridad no les daría tiempo a contarlo.
Se anunció a continuación por los altavoces, que por una módica suma de dinero adicional, el respetable público podría ver actuar a la rutilante estrella de lentejuelas rojas, Priscilla, la Loca de la cartera, todos permanecieron en su sitio.
Con un redoble de tambores se iniciaba la segunda parte del programa. Las luces se iban atenuando cada vez más. Empezaba a sonar la suave y cadenciosa música del Bolero de Ravel, interpretado por el oboe de Jean Pierre, (músico, presentador oficial y prestidigitador). Entraba Priscilla, toda rubia y carmesí, 20 años recién cumplidos, unas interminables piernas le daban una apariencia elegante y sofisticada, que no correspondía a la pobreza del entorno.
La melodía la envolvía en un aura mágica, se contoneaba, sonreía y miraba coqueta a la galería. Una ovación cerrada premiaba el comienzo de su actuación, a medida que sus canciones se iban sucediendo, se mezclaba cada vez más entre la muchedumbre, provocándolos con su erotismo, se movía con sensualidad, agitaba su estola, las plumas rojas caían lentamente al suelo de tierra. Insinuaba unos generosos pechos ayudada por un sujetador relleno de goma espuma. Cantaba y bailaba, estaba en medio de un gentío eufórico. Un espectador deslumbrado, cogió su mano y la besó, lo premió con una sonrisa cautivadora, otro más osado tocó sus piernas, la Loca de la cartera se giró con destreza y le dio un golpe certero con su cartera de raso, rellena con un montón de bolitas de plomo. El hombre se sonrojó, el público estalló en carcajadas; mientras más atrevidos, más tortazos repartía la artista y más reía la audiencia. Al final, sólo en ésto consistía su gracioso número y el éxito de su representación.
Todo funcionaba a la perfección hasta que se acercó al necio del pueblo, Juaniquillo, que como todos los tontos, se creía el más avispado, quiso ir más lejos que los demás, metió su zarrapastrosa mano en la entrepierna de la artista, ella, indignada lo golpeó con todas sus fuerzas en la cara. ¡Fue terrible! La multitud enmudeció, el hombrecillo cayó de lo alto de la gradería, con tan mala fortuna que en su caída, uno de los tantos clavos que sobresalían del entablado desgarró su espalda, su camisa blanca se tiñó de rojo, había sangre por todo y, a consecuencias del golpazo, uno de sus ojos adquirió un extraño color violáceo.
Con el escándalo hizo su aparición el sargento Matamala. No hubo forma de sacarle palabra alguna al accidentado, por este motivo, enfadado, ordenó el inmediato traslado del infausto a la casa de socorros. La principal sospechosa era la cantante, estuvo a punto de ser detenida, por poco cierran el circo, alegando el policía, faltas a la integridad de las personas y a la salud pública. Más tarde Juaniquillo haría toda clase de comentarios insensatos sobre la bella protagonista, a los que, por supuesto, nadie daría crédito.
Al día siguiente e intrigado por los comentarios, Pepe Vázquez se vistió de tiros largos, demasiado ostentoso para la ocasión; sacó la entrada más cara, en primera fila, por supuesto; con respaldo y cojín. Su presencia destacaba entre el público, pelirrojo, alto, distinguido y guapo; había estudiado en un buen colegio, la educación y su casa habían sido la única herencia familiar, vivienda que él transformaría con el tiempo en Las Periquitas.
En cuanto la actriz entró al escenario, llamó su atención aquel elegante y apuesto varón sentado en primera fila. Aunque no hubo tantos carterazos y el público no pudo reír como en ocasiones anteriores, el Coronta quedó maravillado con su voz y su actuación. Tanto que al término de la función fue a felicitarla, la besó en la mejilla, inmediatamente una poderosa fuerza lo estremeció de los pies a la cabeza, ella a su vez, se sintió profundamente conmocionada, ¡¡fue un auténtico flechazo!!.

La cita

Había pocos clientes esa noche en Las Periquitas, ella disfrutaba del momento, hacía mucho que no tenía ocasión de estar con un hombre tan atractivo y galante, en cambio, a él no le dejaban de dar vueltas en la cabeza los comentarios viperinos de Juaniquillo, esto lo inquietaba y seducía al mismo tiempo. Le pidió que cantara, ella accedió con provocación, añadiendo que no sólo cantaría sino que, además, bailaría para él.
Esa noche el cojitranco permitió sólo la entrada a "lo mejor de cada casa", advirtiendo de ante mano, que Priscilla era la invitada de honor y no se permitirían desmanes, de lo contrario tendrían que vérselas con él. Había venido gente de todo el valle a ver a la rubia circense, las noticias vuelan en los pueblos pequeños. Corría más vino y pisco que agua en el río, el negocio iba sobre ruedas, el dueño invitó a una ronda a todos los clientes por la salud y felicidad futura de la intérprete, todos vitorearon.
El Coronta estaba encantado con su pícaro proyecto, no sólo aumentaría las posibilidades comerciales de su negocio, sino también, sentía un incontrolable deseo de seducir y poseer a la actriz. Fue directo al grano, le ofreció nombrarla estrella exclusiva de su local, no tuvo mucho que decir para convencerla, a ella le gustó la idea de inmediato, estaba aburrida de su vida itinerante, de montar y desmontar carpas todas las semanas, de servir de paño de lágrimas a sus compañeros y sobre todo de ceder a los caprichos y vejaciones del Enano.
La velada terminaba, en la noche oscura las estrellas brillaban en el firmamento y la Cruz del Sur daba la impresión que se podía alcanzar con las manos.

El órdago.

Un límpido cielo azul, anunciaba nuevamente un cálido día estival, grillos y chicharras interpretaban su diaria sinfonía entre los matorrales.
En el carromato se reunieron todos los cómicos de la legua. Priscilla explicó claramente y sin lugar a dudas, que iba a dejar el circo; hubo gritos y amenazas, trataron de interceptarle el paso, retuvieron sus pocos y pobres enseres, pero se mantuvo inflexible, dejaba la farándula, de eso estaba segura. Cogió sus plumas y lentejuelas y se marchó a grandes zancadas.
Enano corto de estatura, pero largo a la hora de hacer números, sabía que sin ella la función no tendría ninguna posibilidad de salir adelante. Incitó agresivamente al resto de actores, especialmente a Iván el Forzudo para que encabezara un asalto y traer de vuelta a la casquivana; todos estuvieron de acuerdo, salvo el saltimbanqui, que trataba de mediar y calmar los ánimos, la cebra se unió a la discusión lanzando unos sonoros rebuznos, pidiendo a sus congéneres del vecindario apoyo a la moción.
Priscilla empezó a actuar esa misma noche, había venido toda la plebe de los alrededores, el salón estaba atestado. Cantaba con su voz profunda y grave, cuando en medio de la actuación y sin previo aviso, irrumpieron los cirqueros con inusitada violencia. La pelea fue corta pero sangrienta, Iván cogió a la artista entre sus brazos, tratando de llevársela por la fuerza, inmediatamente el Coronta embravecido, se interpuso entre ambos, Iván lo cogió del cuello con fuerza, Juaniquillo reaccionó rápidamente tratando de proteger a su jefe, se abalanzó sobre el musculoso con su cuchillo en ristre, pero Enano ya había previsto este movimiento, hábilmente se dejó caer a sus pies zancadilleándolo como tantas veces lo había hecho graciosamente en la pista. El cojitranco sorprendido rodó por los suelos y antes que lograra levantarse, el malabarista, en un visto y no visto, estampó en la cabeza del despreciable pendenciero, una de las múltiples botellas vacías que había sobre una mesa. La contienda se hizo general, los de El Coipo peleaban con los de Panguesillo, las prostitutas se tiraban de los pelos por antiguos clientes y por viejos amores. Pepe apoyado por el saltimbanqui intentaban calmar los ánimos infructuosamente.
Rápidamente hizo acto de presencia, una vez más, el ínclito sargento Matamala, una vez más interrogó a Juaniquillo y una vez más éste se negó a hablar, por lo tanto, una vez más, fue a dar con sus huesos a la casa de socorros. La autoridad tomó la sabia decisión de clausurar el lupanar, meter entre rejas a medio pueblo y a todos los artistas, aduciendo, una vez más, faltas a la integridad de las personas y a la salud pública.
A causa del cierre del establecimiento y de la imposibilidad de volver a su antiguo hogar, Priscilla cogió unos trozos de lona raída, unos tablones apolillados de los cuales aún parecía aflorar risas y aplausos; con estos construye su humilde hogar a la entrada del pueblo.


Epílogo.

Las faldas de los cerros se habían pintado de ocre y marrón, pronto las montañas se vestirían de blanco.
En la entrada del pueblo, en el patio de una humilde casita, unos pantalones y una camisa, aparentemente de un niño deforme, se balanceaban en un tenderete retorcido y sobre un tonel desvencijado, unos altos suecos se aireaban al sol. Entre los escasos hierbajos, pastaba un burro con extrañas manchas de pintura blanca y negra que rebuznaba sin cesar.
En casa de Pepe Vázquez una hermosa joven hacía su entrada al escenario, era Priscilla, reina de las noches de El Coipo,  su fiel y pelirrojo doncel aplaudía entusiasta como el que más. Pasarían muchos años, nunca vendrían hijos y serían muy felices, en medio de las montañas de los valles transversales.

domingo, 25 de abril de 2010

Vuelve

Mi amante de canela y mar,
vino tantos días,
hasta que se lo tragó el azar.

Aún espero sus caricias, desde Coipo al Molinar,
con mi atuendo de besos para a él regalar.
Mis labios esperan secos porque no quieren besar
a otros labios ajenos, que por los míos morir, desear.

Mi dulce hombre de canela y mar, con calma te espero,
contando la arena que azota mi infinito mar,
mas en mi inquieta calma sé que no volverás.

Ángel canela y mar
mi corazón convertiste en cenizas,
de tanto esperar,
más sé que a mis brazos, no volverás.

Mi corazón escaso de amores,
sobrado de sueños, sueños que nunca fueron realidad,
porque en mi mente viniste mil noches,
y mil noches de humedad eterna nuestros cuerpos colmó.

Las angélicas yacen dormidas, en su sangre, su dolor,
Ellas tampoco volverán.

La luna esta noche me besa, endulza mi llanto,
no habrá otra noche como ésta, me habla mi orgullo.

Tus besos ya no imaginaré,
dejaré de recordarte como lo hago,
ya no te querré, ya no te pensaré,
no desearé tus besos colmando mis pechos,
no desearé amarte como fue.

Este será el último dolor que tú me causas
y estos los últimos versos que yo te escribo.

sábado, 17 de abril de 2010

La Ely.

Caminando por el mojado asfalto,
tacones firmes, sonoros, coqueta se contornea,
porque ella, mujer ha nacido
y mujer como pocas es ella,
mi amiga la Ely.

Hembra ardiente es ella,
sus amantes son tantos,
que después de mil orgasmos
incluso el alma hiere.

Sus piernas son lazos que envuelven un regalo,
¡pero no!, el regalo es ella.
Con sólo una noche a los hombres enloquece,
con sus labios rojos, sabios, redondos y abiertos
la piel de sus amantes conmueve.

Sus cabellos son oscuros y salvajes
como la sangre que por sus venas hierve;
sus pechos son enormes y firmes,
por eso ella siempre pisa fuerte.

¿Qué buscas negra mía?,
eres hembra, pero las hembras,
sólo un macho en la vida quieren;
mas tú, en tu cama, mil besos de mil amantes tienes,
pero ellos al verte sedienta,
sólo una noche te ofrecen.

Tú en tus días, después de abrazadoras noches
sola en tu cama de mil huellas,
de frío y soledad, por tí mueres.

Seguirás buscando, seguirás amando;
infructuosamente te seguirás regalando,
por si algún día el hombre de tus sueños viene.

Yo sé que noches en velas,
su almohada de lágrimas como dagas, llena.
Una vida de amor, sin amor,
hasta los sueños más intensos rompe,
aún así tú seguirás creyendo,
con tu corazón de pasión y fuego.

Algún día encontrarás
un amor sincero y bueno,
y en tu cama ya sin huellas,
sin preguntas, él feliz se quede.

jueves, 15 de abril de 2010

Niño

Pequeños ojos, tenía Inocencio;
tez morena, rostro vulgar, voz suave y dulce,
siempre de niño, tierno mirar.

Mi niño indio, que nunca vió ni verá el mar.
Mi niño Inocencio, mi niño pobre,
que su padre olvidó al fecundar.

Mi niño siempre,
a la escuela en solitario,
cruzando el campo cansado va
y temblando me decía:
srta. yo la quiero de verdad

¿Dónde estarás ahora?,
¿serás un hombre bueno,
o te carcomió nuestro atar?.

Yo en sueños te recuerdo,
rostro quemado por el frío
y por las semillas de la maldad.
Cómo hubiera podido darte una vida buena, felicidad.

Aún te recuerdo mi niño indio,
mirándome con amor y humildad.
Sé que nunca aprendiste nada,
porque lo que yo te enseñaba
nunca en la vida, tenías que enfrentar;
necesitabas manos duras, brazos fuertes,
para la tierra labrar en paz,
de la tierra si vivirías,
no de letras, ni de sal.

Te abracé un último día,
tú a la fiesta disfrazado de sol venías,
te comí a besos, y tú orgulloso reías.
Ruego que tú donde estés, feliz vivas.
Y los que vinieron después, llenos de besos,
también en mi escuela vivan.


A los niños de la escuela de Rapel.

domingo, 11 de abril de 2010

Mujer



Con tus dulces diecisiete, tú, mi bella mía;
él te desposó, más nunca como yo, te amó.

Mujer mía, la vida va de miel a hiel,
tú lo sabes bien.

Mujer, el otoño arremetió en tu primavera,
el verano que siempre ansiaste, fue sólo brisas.
Mujer... yo sé que le pasó a tus sonrisas,
el otoño las secó, el otoño las hizo tierra
y nunca volvieron a brotar.

Tanto te equivocaste mujer de piel y ojos de sal,
de corazón lleno de olas azules,
de manos nobles, de manos duras,
manos de mar;
duras como tu corazón, después.

Mujer, por qué le creíste,
qué te enamoró, qué le viste.
Ese hombre de mi puerto te alejó,
luego él, nuestros cuerpos en yagas convirtió.

El amor que hizo florecer él,
tu sangre, tu piel.
Si, él una vez te amó y luego odió,
una vez tuvo tus besos, luego los odió,
una vez durmió en tu seno, luego lo odió,
una vez te vió llorando, te odió.
No le culpo, yo también te amé y luego te odié.

Vida de la mía, dulces diecisiete,
perdóname tú, mi bella, mi buena Chuminga mía.

lunes, 1 de marzo de 2010

Esta noche.

Fragilidad, bofetada de hielo.
Que en un segundo, me deja inerte,
me vuela la cabeza
y como si nunca hubiera existido
en cenizas me convierte.

Somos un grano de arena en un árido desierto y...
¿si no hemos amado?, ¿si no hemos soñado,
ni hemos sido por otros amado?, ¿volveremos?.

Esta noche soy más vulnerable que la vida misma,
la muerte toca mi ventana, desea entrar y temo.

Los instantes bellos vienen a mi mente y pienso...
no he hecho nada para morir así, no he vivido,
ni siquiera he amado, ¿cómo puedo morir ahora?.

Quiero ser recordada, quiero ser por ti llorada,
por última vez por ti besada; mas sé que no vendrás,
sé que no llorarás mi ausencia y sé que no me recordarás.

En tu mente no quedará el color de mis ojos negros,
ni el susurro de amor que al oído te di,
no quedará el frenesí de mi pecho agitado por tus besos,
ni mi dulzura... mujer de miel rendida a tus brazos.

Yo que tanto amé y besé con locura cada centímetro
de tu piel joven, dulce y mía; sin embargo, ahora agonizo.

La muerte ha venido a buscarme,
me llevará a su aterradora guarida de oscuridad, de dolor, sin ti.

Tú, eres vida, gozo y sociego,
agua feliz que baña mi desierto,
¿cómo pudiera haberte enamorado yo?,
ilusa golondrina invernal,
que he estado muerta mil veces...
Ya nada me consuela, odié mi vida triste, ajena y dolorida.

Tal vez es mejor así, no respirar.
Hay tantas formas de morir...
muero por última vez y anhelo tanto vivir.

La luna va cayendo y con ella mi cuerpo inerte,
las olas nos mecen e intentan salvarme...¡¡no lo consiguen!!.
El mar me acoge en su lecho, sabe que siempre lo amé;
el mar se apiada de mí, de mi cuerpo lánguido,
de mis piernas cansadas y sin fuerzas,
de mi rostro dulce y sin sonrisas,
de mis pechos yermos y llenos de sal,
El mar me abraza y yo continúo muerta.
Tú no lo sabes, no te importará, no me llorarás.

Esta noche soy más vulnerable que aquellos,
que yacen bajo los escombros de la furia de mi tierra,
ellos ya no sufren, viven en sus reinos.

Yo en mi soledad estoy fría, ella también me ha matado.

Negra triste alma mía, desazón,
estoy a mil metros bajo tierra...
pero aún así mis ojos siguen abiertos,
miro mi cuerpo sepultado y continúo viendo;
veo tu rostro, me alzo a besarte, no te alcanzo.

La muerte vino a buscarme y con ella, esta noche, me iré.

domingo, 14 de febrero de 2010

Calma


Mirando el mundo,
escondida detrás de la cortina, observando,
quieta, pasiva, siempre esperando.

Siempre atada de manos y labios;
con ganas de romper los cristales que te alejan de tu vida,
innoble campesina.

Continúo mirando el final, siempre llorando;
no percibo olores ni oigo tu canto,
sólo colores que veo tan lejos;
un arcoíris que aturde mi ver y hace añicos mi vivir.

Ya no te quiero, amado ... ¿cuándo lo has de entender?
he de soñar otro nuevo amor en mi piel una vez y otra vez.

Continúo en mi ventana, quieta, pasiva y sigo esperando;
veo los colores y se calma mi llanto,
permanezco mirando, observando y siempre callando.

Oscuros caminos los del sociego,
negros caminos el de no querer caminar en soledad,
en temer a la vida es mi gran verdad,
en no llenar mi alma de leche y pan.

domingo, 7 de febrero de 2010

Olvido

Con tus alas firmes,
Me sostuviste sobre el mar,
Me besaste tan fuerte
Que yo creí volar.

Mi adorado y dulce amante
Rojo y azafrán,
Llevas una corona de flores y coral
Que te hace tan bello,
Que mis manos, nunca te alcanzarán.

¡¡Ay de mí!!
He de dormirme en tu pecho,
Para no despertar.
Con el dolor de esos besos,
Me he de conformar,
Besos que a mí no me has de dar.

Seguirá la golondrina buscando nidos donde soñar,
mas a tí nunca te olvido canela y mar.

sábado, 6 de febrero de 2010

Rojo y azafrán

Tu noche se estrelló en mi día, un día;
desde entonces yo sólo veo oscuridad.

Hombre de rojo y azafrán,
preciosa corona de flores y coral,
en tu cabeza altiva reina la felicidad.

Amor lejano, amor intenso, siempre angelical;
tu amor me llegó esa noche
¡¡ Dios me lo ha dicho por verdad!!

Noche de de amor ficticio que se hizo tan real,
que en tu suaves susurros yo viví de verdad,
aún yo sólo muero por volverte a besar,
pues lo sabes, en tu lecho todas somos inmortal.

¡¡Ay de mí!! corazón con ganas infinitas de amar,
ví tu libertad amada y te la quiero arrebatar,
tonto corazón mío que no sabe dilucidar,
tan sólo muere por volverte a acariciar.

Mi amado ángel de flores y coral,
cual caballero andante,
vas vestido para enamorar.

Huír


Había tanto en mí,
que yo quería que fuera sólo para ti,
pero nada es como uno lo sueña
y ya es tiempo de despertar.

Te dejo tus canciones,
las mismas que me embriagaban el alma
y, como siempre, al final de la noche,
en tu teléfono, un mensaje,
de este amor frustrado,
que al salir el sol, pedía disculpas.

Adios amor, ojalá encuentres lo que buscas.