¿Qué? ¡Lucho!, ¿otro
combinado? le pregunto, mientras voy limpiando la barra.
No, amigo, gracias, es
hora de tirar para casa, ha sido un día largo y ya estoy cansado, dice él.
¿Cansado? Pregunto ¡de
tanto darle a la sin hueso, ¡já!, la lengua suelta que tienes, deberías usarla
para algo más que sacar copas de vez en cuando.
¿Qué dice, amigo? Es la gente la que le gusta
escuchar mis historias, que por lo demás, por Dios que me mira, son todas muy
ciertas, yo no ando con cuentos, amigo mío. Por cierto, llevas la bragueta
media abierta, se te ven los calzoncillos color rosa que llevas.
Tú siempre te fijas en
cada cosa, le digo, mientras me acomodo el sierre, mientras él no me quita ojo. Oye Lucho recuerdas esa historia que me contaste, de la Lucía, la
mansa mina, si hasta me mostraste la
foto, fíjate que no te creo que hayas ligado con ella.
Tú sabrás, si me crees
o no, pero la Lucía aún anda como loca detrás mío, te doy su número, si
quieres.
¡Já! ¡Estás loco,
Lucho!
Y te cuento que la
Lucía tiene una amiga que está igual de buena que ella, la Ester, podríamos
salir los cuatro, lo pasaríamos de lujo, dice él.
No es una mala idea,
digo. Mientras pienso que me gustaría saber por dónde sale y hasta dónde llega
el fanfarrón este.
Llamo ahora a la Lucía para coordinar, me
dice, mientras se frota la panza y bebe un sorbo de la piscola que le invitaron
los últimos clientes, noto que aflora en su cara una extraña sonrisa.
Coge el Lucho su agenda
repleta de números de teléfonos de “bellas mujeres”, todos los números escritos con lápiz de carbón y letras de
triste caligrafía. Marca el número y habla o hace como si hablara con Lucía. Yo
miro y me sonrío mientras voy secando
las copas. Creo que sería divertido
averiguar hasta dónde llega el loco con sus mentiras, total esta noche dan en
el TVN “Priscilla, reina del desierto” y ya la he visto tres veces. Lucho
presurosamente se levanta de su asiento y se acerca.
¡Hecho, Manu!, la Lucía y la Ester nos estarán
esperando en el circo en un rato más.
¿En el Circo?, pregunto
yo.
Sí, dice él. Las chicas
son artistas y de las mejores del afamado circo “Monte Carlo”, hemos quedado al
terminar la función a eso de las diez
más o menos, justo detrás del elefante y las seis jaulas con leones y tigres.
¿Con leones y tigres? Y
por qué no les dices que nos esperen en la nave espacial y nos vamos de viaje a Marte, ¡já!
No tengas miedo Manu y
no te preocupes por los leones y tigres que estos están bien alimentados, cada
día hay un encargado de meter a las jaulas caballos y burros que pillan sueltos
por los alrededores de Santiago. Así que hambrientas no están esas bestias, más
bien, tranquilas y encerradas a cal y
canto. ¡Ah! y ponme una copa más por cuenta de la casa, que esta noche será
memorable para ti, ya lo verás, de una vez por todas saldrás de ese cuarto
oscuro en el que vives.
Con mucha curiosidad
hago caso al Lucho, entrego mi turno, voy al baño, una lavada de cara, Axe
spray y nos encaminamos al circo que está a unas cuantas calles. A lo
lejos diviso
la descolorida carpa con
todas sus luces; enciendo un cigarro que cada vez que lo aspiro ilumina
más el camino que los faroles rotos de la vereda. Llegamos al sitio
acordado y veo sólo una jaula con un
león que me atrevería a decir que ya a estas alturas ni ruge. El Lucho me dice
que las demás bestias deben estar en la función, claro que sí, respondo, apago el cigarro con mi zapato,
miro el reloj, ya son más de las diez. Para mi sorpresa llegan las chicas,
exuberantes, en ceñidos vestidos aún con los colores y brillos de su
presentación circense. La Ester
pregunta, ¿este es el galán?, mientras toma mi mano sutilmente, él es, dice el Lucho, trátalo bien.
El Lucho y la Lucía
permanecen junto a las jaulas mientras la Ester y yo nos perdemos, ella aun
sostiene mi mano delicadamente y me guía hacia su carromato, pasamos delante
del león que no nos hace caso, ella le habla cariñosamente y seguimos nuestro
camino hacia su estancia; una vez dentro me abraza y me dice que le gusta el circo, le gustan
los aplausos, pero que está cansada y quiere descansar; se acerca, me besa, dice
que sabe quién soy yo, yo asiento y cierro mis ojos, luego como un loco la beso y meto mi
lengua en su boca, hay algo dentro de mí que quiere salir; la Ester
presiona su cuerpo contra el mío y siento un bulto, la beso más fuerte
aún.
Oigo gritos, rugidos de
animales, ¡corre Manu!, grita el Lucho, ¡las bestias se han escapado!, la Ester se levanta y como una más de los espectadores del circo
sale huyendo. El Lucho me mira, estoy completamente desnudo y yo miro a la Ester que se aleja corriendo hasta que se
suma al grupo de hombres que corren calle abajo.
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