Mi nombre es Angélica Carvajal, soy estudiante de literatutra y esta
historia es cierta. Hoy salí de mi clase de teoría literaria más
pronto de lo habitual. El profe estuvo hablando todo el rato de la
teoría de la recepción que trata sobre lo que me limita como
escritora o como lectora, la concepción de mi mundo particular, la
imaginación esta limitada por la experiencia, la cultura y la educación.
Me pareció interesante la clase y decidí salir a dar una vuelta y
hablar con gente que me pareciera interesante en la calle.
Richard
Primero
me meto al metro, llevo unas fotocopias sobre el nacimiento de la
tragedia y el pesimismo de Nietzsche que debo leer para mañana,
simplemente no puedo con él, pero debo leerlo, sino el uno será lapidario. Intento concentrarme, pero enseguida mi mente se va a otros
mundos. Se abren y cierran las puertas del metro y la verdad que no
hallo a nadie con quien entablar conversación sobre la mentada teoría;
van todos ensimismados en sus teléfonos celulares. De repente entra un
chico alto, moreno, lleva una musculosa que le marca su bien ejercitado
cuerpo y sus tatuajes, trae consigo un parlante tipo trolley, pone
música, saca un micrófono y canta a todo pulmón "Easy" de Fight No More.
Canta bien, enseguida consigue que abandone a Nietzsche, el chico
baila, mientras se abren y cierran las puertas del metro, la gente pasa
por su lado y lo empujan, él no pierde su entonación. Su voz es una
pausa que se agradece en medio del calor, del gentío, de Nietzsche. Él
incluso hace el grito característico de la canción, después de ese
grito, él cierrra los ojos y ya no está en la estación moneda del metro
de Santiago de Chile, no, él está en La Quinta Vergara, en Viña del
Mar, él es el más grande los cantantes de habla hispana.Todos corean su
nombre, las chicas se desmayan, ¡antorcha!, ¡antorcha! grita el público,
¡gaviota!, ¡gaviota! gritan luego. Y hay ¡gaviota de plata! para
Richard, toda La Quinta enmudece. Última parada dice la gravación,
estación San Pablo, se abren las puertas, todos lo empujan y algunos dan
unos cuantos pesos. Él acomoda su parlante y baja del metro, permanece
en el andén a la espera de otro tren y se abran las puertas a su su
siguiente escenario.
Juan
Bajo del metro,
en Plaza de Armas, aún con easy, la canción que no he parado de
tararear. Me gusta perderme por las calles de Santiago, una cuidad que
nunca me perteneció y que ahora empiezo a descubrir, sus colores,
olores, pero sobre todo la gente, la observo en silecio y me
imagino sus historias.
La calle que baja de la Plaza de Armas, es
la calle catedral bien podría ser cualquier calle de Río de Janeiro o
Santo Domingo y si voy más lejos, Nueva Delhi o Estambul; tantos
kilómetros nos separan, pero las luchas, los sueños e ilusiones, son
las mismas en todos sitios. Sigo avanzando por catedral, encuentro de
todo y para todos los gustos, desde arepas hasta una parrilla humeante
en medio de la vereda donde una colombiana potentorra vende anticuchos
que los grita a todo pulmón, lo que me recuerda que aún no he almorzado.
Continúo mi caminata y llama mi antención un señor en un puestecito que
vende torres Eiffel hechas de alambre, es un artersano, yo, curiosa me
detengo a observarlas.
- A tres lukitas no más, dice él.
- Están lindas, respondo
- Mire, tengo estás otras que se pueden usar de lámpara
-
¿Cómo de lámpara?, le pregunto. Orgulloso conecta una torre Eiffel a
una pila varta y la torre se ilumina con luces de neón de todos los
colores.
- ¡Ud si que sabe!, le digo
- Estás valen 5 likitas, dice él.
- Y de dónde saca el modelo, le pregunto, acaso ¿ha estado en París?,
- "Nopo ñora", dice él - ¿y ud.?
- Tampoco, le respondo.
- Yo es que soy buen copiador, de los chinos saco el modelo y como tengo memoria fotográfica las remedo
- ¡ahhh! maestro, digo con una sonrisa y sigo mi rumbo.
Pásese mañana, dice Juan y le tengo una figura igualita a ud. me dice mientras sonrie de oreja a oreja,
- ¿Una mía? pero a mi me gusta Don Quijote, respondo, ¿sabe quien es?
- "Nopo ñora", pero le averiguo y mañana le tengo a su Don Quijote
- Mañana me paso entonces.
- Aquí la espero.
Los travestis
Sigo
sin rumbo fijo y justo en la esquina de calle Ahumada con Agustinas, me
encuentro a boca de jarro con dos travestis y con toda su gloria, uno
le dice al otro - ¿ y nos alcanza la plata pa ir pa´ Talca? Fue mi
momento Hemingway, con ese mínimo dialogo, yo ya me monté la historia de
ambos completa. No la contaré, por esto de la teoría de la recepción, a
ver que se imaginan uds. sólo con ese dialogo.
El Cristo de Mayo
Mi
parada definitiva en el centro, La Iglesia de la calle San Antonio,
realmente me chifla. Me gusta entrar con audifonos y escuchar el Requiem
de Mozart cada vez que cruzo el umbral. Observo los santos, las mandas,
los ancianos que rezan y rezan en trance con tanto miedo a la muerte
como a los santos, Mozart lo intensifica todo ahi dentro. Después de dar
vueltas y observar cada detalle del lugar me siento un rato, no soy
creyente, pero en las iglesias me gusta quedarme tranquilta, relajarme y
no pensar en nada, y aquí me sucede fácilmente. Tengo en frente la
imagen del Cristo de Mayo, su mirada es desgarrante y la corona de
espinas que él tiene en su cuello, habla de su siniestra historia con la
Quintrala, una malvada terrateniente con una intersante historia, un
día la narraré a mi modo.
Hay un afiche en la pared de la Iglesia, en
el que aparece la imagen de un conquistador levantando un libro y un
crucifijo y, en el mismo afiche están arrodillados rezando unos
indígenas y al fondo reza la palabra "500 años de evangelización", es
una imagen indefinible. Nos esclavisaron, nos robaron nuestras
tierras, nos impusieron un idioma y una religión, violaron a nuestras
mujeres y nos miraron por sobre el hombro; sin embargo, en mi díaspora
todos los que conocí eran buena gente. Otras épocas.
Luego
de salir renovada del paseo y de la Iglesia, tiro pa casa, aunque hay
un restaurante de cevichito peruano que es una maravilla. El camarero es
simpático, hablaré con él sobre la teoría de la recepción, a ver si
tiene tiempo entre plato y plato a temas de menor embergadura que no sea
lo básico de la pirámide de Maslow.
domingo, 10 de enero de 2016
El Lucho
Desde hace una hora el
mentiroso compulsivo está en la terraza, fuma y fuma, rotan las mesas del bar y
algunos clientes, sobre todo los nuevos dan la impresión que creen sus
historias. Le invitan una copa, mueven su cabeza en señal de negación, ríen un
rato y
luego se van. Yo, con disimulo, intento decirles que no le hagan caso,
que el Lucho es un cara dura, que con sus mentiras paga sus vicios. Los
clientes piden la cuenta, me miran, se despiden y se van.
¿Qué? ¡Lucho!, ¿otro
combinado? le pregunto, mientras voy limpiando la barra.
No, amigo, gracias, es
hora de tirar para casa, ha sido un día largo y ya estoy cansado, dice él.
¿Cansado? Pregunto ¡de
tanto darle a la sin hueso, ¡já!, la lengua suelta que tienes, deberías usarla
para algo más que sacar copas de vez en cuando.
¿Qué dice, amigo? Es la gente la que le gusta
escuchar mis historias, que por lo demás, por Dios que me mira, son todas muy
ciertas, yo no ando con cuentos, amigo mío. Por cierto, llevas la bragueta
media abierta, se te ven los calzoncillos color rosa que llevas.
Tú siempre te fijas en
cada cosa, le digo, mientras me acomodo el sierre, mientras él no me quita ojo. Oye Lucho recuerdas esa historia que me contaste, de la Lucía, la
mansa mina, si hasta me mostraste la
foto, fíjate que no te creo que hayas ligado con ella.
Tú sabrás, si me crees
o no, pero la Lucía aún anda como loca detrás mío, te doy su número, si
quieres.
¡Já! ¡Estás loco,
Lucho!
Y te cuento que la
Lucía tiene una amiga que está igual de buena que ella, la Ester, podríamos
salir los cuatro, lo pasaríamos de lujo, dice él.
No es una mala idea,
digo. Mientras pienso que me gustaría saber por dónde sale y hasta dónde llega
el fanfarrón este.
Llamo ahora a la Lucía para coordinar, me
dice, mientras se frota la panza y bebe un sorbo de la piscola que le invitaron
los últimos clientes, noto que aflora en su cara una extraña sonrisa.
Coge el Lucho su agenda
repleta de números de teléfonos de “bellas mujeres”, todos los números escritos con lápiz de carbón y letras de
triste caligrafía. Marca el número y habla o hace como si hablara con Lucía. Yo
miro y me sonrío mientras voy secando
las copas. Creo que sería divertido
averiguar hasta dónde llega el loco con sus mentiras, total esta noche dan en
el TVN “Priscilla, reina del desierto” y ya la he visto tres veces. Lucho
presurosamente se levanta de su asiento y se acerca.
¡Hecho, Manu!, la Lucía y la Ester nos estarán
esperando en el circo en un rato más.
¿En el Circo?, pregunto
yo.
Sí, dice él. Las chicas
son artistas y de las mejores del afamado circo “Monte Carlo”, hemos quedado al
terminar la función a eso de las diez
más o menos, justo detrás del elefante y las seis jaulas con leones y tigres.
¿Con leones y tigres? Y
por qué no les dices que nos esperen en la nave espacial y nos vamos de viaje a Marte, ¡já!
No tengas miedo Manu y
no te preocupes por los leones y tigres que estos están bien alimentados, cada
día hay un encargado de meter a las jaulas caballos y burros que pillan sueltos
por los alrededores de Santiago. Así que hambrientas no están esas bestias, más
bien, tranquilas y encerradas a cal y
canto. ¡Ah! y ponme una copa más por cuenta de la casa, que esta noche será
memorable para ti, ya lo verás, de una vez por todas saldrás de ese cuarto
oscuro en el que vives.
Con mucha curiosidad
hago caso al Lucho, entrego mi turno, voy al baño, una lavada de cara, Axe
spray y nos encaminamos al circo que está a unas cuantas calles. A lo
lejos diviso
la descolorida carpa con
todas sus luces; enciendo un cigarro que cada vez que lo aspiro ilumina
más el camino que los faroles rotos de la vereda. Llegamos al sitio
acordado y veo sólo una jaula con un
león que me atrevería a decir que ya a estas alturas ni ruge. El Lucho me dice
que las demás bestias deben estar en la función, claro que sí, respondo, apago el cigarro con mi zapato,
miro el reloj, ya son más de las diez. Para mi sorpresa llegan las chicas,
exuberantes, en ceñidos vestidos aún con los colores y brillos de su
presentación circense. La Ester
pregunta, ¿este es el galán?, mientras toma mi mano sutilmente, él es, dice el Lucho, trátalo bien.
El Lucho y la Lucía
permanecen junto a las jaulas mientras la Ester y yo nos perdemos, ella aun
sostiene mi mano delicadamente y me guía hacia su carromato, pasamos delante
del león que no nos hace caso, ella le habla cariñosamente y seguimos nuestro
camino hacia su estancia; una vez dentro me abraza y me dice que le gusta el circo, le gustan
los aplausos, pero que está cansada y quiere descansar; se acerca, me besa, dice
que sabe quién soy yo, yo asiento y cierro mis ojos, luego como un loco la beso y meto mi
lengua en su boca, hay algo dentro de mí que quiere salir; la Ester
presiona su cuerpo contra el mío y siento un bulto, la beso más fuerte
aún.
Oigo gritos, rugidos de
animales, ¡corre Manu!, grita el Lucho, ¡las bestias se han escapado!, la Ester se levanta y como una más de los espectadores del circo
sale huyendo. El Lucho me mira, estoy completamente desnudo y yo miro a la Ester que se aleja corriendo hasta que se
suma al grupo de hombres que corren calle abajo.
En el Megasport
OOooooaaaaahhhh (bostezos)
Es la una, llevo desde las 8,30 de la mañana haciendo como que trabajo... ¡¡Dios!! ¿cuándo me sacaré el puñetero euromillón??. Andaría en un descapotable con gafas XXL de Dior y sólo chicos XXL. ¡¡No doy más!!! el reloj marca la 13,29, me voy.
Cojo el coche y mientras conduzco, pienso: ¿qué hago?, ¿dónde voy?, ¿al gimnasio? Macdonals mola más, qué pereza. Es en ese preciso instante cuando aparece la temible imagen del cruel, malvado y odiado espejito... mi prominente culo!!! (lágrimas, muchas lágrimas, me tiro del balcón) me digo a mí misma: mí misma ¡¡anímate!!!, nunca cazarás marido con ese culo gordo. Lo tengo decidido mi culo y yo nos vamos a Megasport.
La danza Kuduro suena fuerte en la radio. Llego al gimnasio, lo top de lo top de toda la isla de Mallorca, la cantidad de veces que me topé con Carlos Moyá en el parking y cruzamos miradas, aaaaayy con lo bueno que está, me da un infarto ahí mismo... ¡¡ tío bueno!!, paso la tarjeta para acceder al recinto (al parecer el banco no me ha devuelto el recibo de este mes, uuufffff ¡qué alivio!). Las señoritas de la recepción sonríen y saludan a coro mientras me repasan de los pies a la cabeza, qué majas ellas. Estoy en los vestuarios, y después de pegarme un bostezo de rugido de león y tras el, tragarme todas las taquillas, los bancos y las señoras medio desnudas que deambulan, subo a machacarme.
La sala de fitness huele a testosterona, machos sudorosos por doquier levantando pesas de 500 kilos con sólo un brazo, éste es mi precalentamiento visual. Woow! lo veo acercarse!!! ¡es él! mi instructor favorito... qué espalda más ancha, esos brazos para lanzarme por los aires y encajarme a la primera.... Dios!!. Me pregunto cómo tendrá "ese" músculo mmmm es bastante borde, pero con lo bueno que está lo mismo me hable de la crisis de los tulipanes o del alto nivel de grasa de mi cuerpo, él se lo puede permitir "TODO". Lo miro, se me cae la baba, lo vuelvo a mirar, intento cerrar la boca, no puedo, él pasa de mí, no me saluda joooo ¡¡estoy enamorada!!
Luego de pegar un repaso a los machos del lugar, voy a la cinta. Con cara de asco y desamor voy poco a poco subiendo velocidades mientras en mi Ipod suena la última de Rihanna: ♪♫ we found love in a hopeless place, we found ♪♫, poco a poco me animo, subidón, subidón. Voy a tope, corriendo, siento la música en mi cuerpo, soy Usain Bolt por unos instantes, volando voy y bajando de los Andes y sin frenos, cierro los ojos, veo las majestuosas y blancas montañas, ese campo de flores bordados que es la copia feliz del Edén... ooohhhh! qué bonito que es Chile. Estoy sudando a mil, tengo la camiseta empapada, cuando me doy cuenta: noooooooooo he olvidado ponerme desodorante antes de subir, lo huelo. Espero que el nivea roll on no me abandone del todo, encima ahí viene el tío "guenorro" del gim...¡¡mijito ricoooo!! moreno, alto, ojitos verdes, divino, se acerca, me muero, aquí me da algo. No, no, no, no puede ser, se pone justo en la cinta a mi lado, ¡Dios! no debo levantar los brazos. A estas alturas el nivea roll on me ha abandonado completamente. Él me mira y dice hola ooohhh ¡¡ha dicho hola!! por esa boquita, más mono, pero no puedo quedarme a su lado... ¡he olvidado el desodorante! (él iba a ser el padre de mis hijos, el hombre de mi vida, mi felicidad se ha esfumado para siempre) Salgo disparada de la cinta y de su lado, le digo adios por siempre para siempre jamás. Me voy donde no hallan machos diez metros a la redonda, me pongo en la máquina de los glúteos unos minutos con 100 kilos, quiero ser tía guenorra yo también para que cuando vuelva mi príncipe azul, cansado de matar dragones y de hacer cosas que hacen los príncipes azules (menos tirarse a Blanca Nieves, Bella Durmiente y todas esas malditas) le ponga cachondo a mil.
Agotada y derrotada termino mi entrenamiento, arrastrando mi cuerpo vuelvo a los vestuarios, me ducho ¡por fin!, me enfundo mi ceñido vestido y mis tacones de 12 cms. divina!!. Grrrr suena mi estómago, hambre, es hora de comer!! mmmmmm pienso: ¿dónde voy?, hay un Macdonals en el ocimax que está de camino al trabajo...¡allá voy!. Llego, pido una cuarto de libra con doble ración de queso, patatas deluxe y cola zero, que para eso voy al gim y cuido mi línea. Estoy atragantada con la hamburguesa cuando mi radar de chicos guapos se activa tutututututu se aproxima uno tututututu joooooooooo he olvidado ponerme mi nivea roll on...
Es la una, llevo desde las 8,30 de la mañana haciendo como que trabajo... ¡¡Dios!! ¿cuándo me sacaré el puñetero euromillón??. Andaría en un descapotable con gafas XXL de Dior y sólo chicos XXL. ¡¡No doy más!!! el reloj marca la 13,29, me voy.
Cojo el coche y mientras conduzco, pienso: ¿qué hago?, ¿dónde voy?, ¿al gimnasio? Macdonals mola más, qué pereza. Es en ese preciso instante cuando aparece la temible imagen del cruel, malvado y odiado espejito... mi prominente culo!!! (lágrimas, muchas lágrimas, me tiro del balcón) me digo a mí misma: mí misma ¡¡anímate!!!, nunca cazarás marido con ese culo gordo. Lo tengo decidido mi culo y yo nos vamos a Megasport.
La danza Kuduro suena fuerte en la radio. Llego al gimnasio, lo top de lo top de toda la isla de Mallorca, la cantidad de veces que me topé con Carlos Moyá en el parking y cruzamos miradas, aaaaayy con lo bueno que está, me da un infarto ahí mismo... ¡¡ tío bueno!!, paso la tarjeta para acceder al recinto (al parecer el banco no me ha devuelto el recibo de este mes, uuufffff ¡qué alivio!). Las señoritas de la recepción sonríen y saludan a coro mientras me repasan de los pies a la cabeza, qué majas ellas. Estoy en los vestuarios, y después de pegarme un bostezo de rugido de león y tras el, tragarme todas las taquillas, los bancos y las señoras medio desnudas que deambulan, subo a machacarme.
La sala de fitness huele a testosterona, machos sudorosos por doquier levantando pesas de 500 kilos con sólo un brazo, éste es mi precalentamiento visual. Woow! lo veo acercarse!!! ¡es él! mi instructor favorito... qué espalda más ancha, esos brazos para lanzarme por los aires y encajarme a la primera.... Dios!!. Me pregunto cómo tendrá "ese" músculo mmmm es bastante borde, pero con lo bueno que está lo mismo me hable de la crisis de los tulipanes o del alto nivel de grasa de mi cuerpo, él se lo puede permitir "TODO". Lo miro, se me cae la baba, lo vuelvo a mirar, intento cerrar la boca, no puedo, él pasa de mí, no me saluda joooo ¡¡estoy enamorada!!
Luego de pegar un repaso a los machos del lugar, voy a la cinta. Con cara de asco y desamor voy poco a poco subiendo velocidades mientras en mi Ipod suena la última de Rihanna: ♪♫ we found love in a hopeless place, we found ♪♫, poco a poco me animo, subidón, subidón. Voy a tope, corriendo, siento la música en mi cuerpo, soy Usain Bolt por unos instantes, volando voy y bajando de los Andes y sin frenos, cierro los ojos, veo las majestuosas y blancas montañas, ese campo de flores bordados que es la copia feliz del Edén... ooohhhh! qué bonito que es Chile. Estoy sudando a mil, tengo la camiseta empapada, cuando me doy cuenta: noooooooooo he olvidado ponerme desodorante antes de subir, lo huelo. Espero que el nivea roll on no me abandone del todo, encima ahí viene el tío "guenorro" del gim...¡¡mijito ricoooo!! moreno, alto, ojitos verdes, divino, se acerca, me muero, aquí me da algo. No, no, no, no puede ser, se pone justo en la cinta a mi lado, ¡Dios! no debo levantar los brazos. A estas alturas el nivea roll on me ha abandonado completamente. Él me mira y dice hola ooohhh ¡¡ha dicho hola!! por esa boquita, más mono, pero no puedo quedarme a su lado... ¡he olvidado el desodorante! (él iba a ser el padre de mis hijos, el hombre de mi vida, mi felicidad se ha esfumado para siempre) Salgo disparada de la cinta y de su lado, le digo adios por siempre para siempre jamás. Me voy donde no hallan machos diez metros a la redonda, me pongo en la máquina de los glúteos unos minutos con 100 kilos, quiero ser tía guenorra yo también para que cuando vuelva mi príncipe azul, cansado de matar dragones y de hacer cosas que hacen los príncipes azules (menos tirarse a Blanca Nieves, Bella Durmiente y todas esas malditas) le ponga cachondo a mil.
Agotada y derrotada termino mi entrenamiento, arrastrando mi cuerpo vuelvo a los vestuarios, me ducho ¡por fin!, me enfundo mi ceñido vestido y mis tacones de 12 cms. divina!!. Grrrr suena mi estómago, hambre, es hora de comer!! mmmmmm pienso: ¿dónde voy?, hay un Macdonals en el ocimax que está de camino al trabajo...¡allá voy!. Llego, pido una cuarto de libra con doble ración de queso, patatas deluxe y cola zero, que para eso voy al gim y cuido mi línea. Estoy atragantada con la hamburguesa cuando mi radar de chicos guapos se activa tutututututu se aproxima uno tututututu joooooooooo he olvidado ponerme mi nivea roll on...
viernes, 8 de enero de 2016
Casino
El Casino de La Herradura está a reventar, aún así puedo oír
las risas de la gente, el choque de las copas por tantos brindis;
incluso puedo oír el crujido del hielo al contacto con el whisky, a pesar del
sonido estridente de las tragaperras. Esta
es mi noche, la estoy esperando desde hace tanto tiempo, a pesar de lo que
sucedió la noche anterior, pero intento no pensar, intento en mostrarme calmado
en la mesa, un juego en el que todos
los comensales parecen sacados del Madame Tussauds.
Digo un par
de chistes, pero nadie ríe, doy un sorbo al vaso de whisky, el más caro que hay
en la carta y pienso en mañana. Mañana estaré de guata al sol, alejado de este
invierno. Una sonrisa se dibuja en mi cara, pero luego un nudo se aloja en mi
garganta, todo lo que me espera suena maravilloso, ojalá ella pudiera venir,
pero ya sé que eso es imposible. Por el
momento sólo me basta esperar a escuchar los dos estornudos y el toque de
orejas del Coke y ya tendré en mis manos la escalera de color y un futuro
delicioso. Mientras doy un sorbo al Jack Daniels cierro mis ojos y me imagino disfrutando del
mar y alejado de todo esto, pero cuando los abro, sin siquiera pretender, se
pierde mi mirada en el rojo intenso del tapiz, maldito color, estoy otra vez ahí, anoche, aquella
habitación, no quiero recordar, pero mi mente se escapa. ¿Cómo podré vivir sin
ella?, no lo sé, pero he pasado toda mi
vida sin ella, podré soportarlo. Vuelvo al juego, bebo más whisky e intento concentrarme
otra vez en las cartas.
El Croupier da
la señal, al cabo de unas rondas, con las cartas en mis manos y cuando ya no
queda alcohol en el vaso y el hielo aún no se derrite del todo, ¡¡Póquer!!,
grito y enseño mis cartas con severo
entusiasmo. Los personajes del Madame Tussauds vuelven a la vida, cortésmente
me felicitan y prosiguen con su juego a la espera de que la suerte les toque a
ellos. Pidan los que les apetezca, digo, mientras junto mis fichas para pasar
por caja. Debo cambiar enseguida la
plata y dejar la mitad del dinero en la caja fuerte de
la habitación número 14, como había prometido, ese fue el trato, pero no lo
haré. Tendré cuernos, lo asumo y duele;
la quería y si estoy en estas fue por y para ella. El Coke se queda sin pasta y
sin ella; yo, al menos, con la pasta.
Cojo el
dinero, un millón de dólares, no sé bien que siento. El Coke me hace un guiño.
Bajo rápido del casino y pido un taxi, directo al aeropuerto digo a la taxista,
una guapa morena que lleva un vestido y los labios rojos, maldito color,
confundido ¡Laura! digo ¿eres tú? La mujer voltea y, definitivamente, no era
Laura. Ella me habla del tiempo y de lo malo que está la cosa, en mi cabeza las imágenes se suceden una tras
otra, una tras otra, ¡maldita perra!, estarás ardiendo en el infierno ¿Cómo podré
vivir sin ti? Oigo acercarse a las sirenas, deténgase, pare el taxi, digo a la mujer y bajo del taxi que estaciona
en la berma sobre el puente del estero. Las
sirenas cada vez más cerca; miro el cielo gris, el dinero… ¿Qué he hecho? No
importo siquiera yo mismo, asomo más al borde del puente, en medio de la
oscuridad doy un brinco y me adentro
hacia ella.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)