domingo, 11 de octubre de 2015

La Serpentina

Era la que menos se lamentaba, sólo hacía muh de vez en cuando, pero sobre todo cuando amanecía. Yo le daba pasto y agua cada día y en esos momentos me parecía que la serpentina era el animal más feliz del pueblo, aveces yo soñaba con ser ella.  
Recuerdo que mi papá la trajo un día todo orgulloso por mi santo, es el mejor regalo, me dijo; a tu madre solo le dieron  una gallina  cuando cumplió los 15 años. Tú  sólo tienes 12 y ya tienes una vaca fuerte y sana que te  dará un ternerito en el futuro. Mientras mi padre contaba contento los terneritos que la vaca me daría, yo, observaba a mi madre que pelaba las papas para el almuerzo. Recuerdo que  llevaba un delantal blanco percudido y desgastado que por partes transparenta  la ropa negra que llevaba debajo. Observé detenidamente a mi madre que asentía los dichos de mi padre y seguía  con las papas, pocas veces salía de su boca algo que no fueran lamentaciones, su pelo completamente blanco y las expresiones marcadas en su cara hablaban de su vida más de lo que ella se quejaba.  Cuida a tu vaca solía decirme con resignación, que yo no quiero que termines como los guarras de tus hermanas mayores. Decía la gente que mis hermanas se habían ido de nuestra casa a trabajar a la cuidad a una casa de remolienda, la gente siempre habla, pero lo cierto es que tantas veces les vi salir por la ventana de noche a juntarse en el que primero lanzara una piedra y oír sus risas desde el pastero.
Recuerdo que después del entierro de mi tía Jacinta, vino consigo aún más la desgracia, una lluvia torrencial, el diluvio. La gente decía que el cielo lloraba por mi tía y yo me preguntaba cómo podía llorar el cielo por alguien que ha pasado por esta vida con más  penas que glorias. El río creció de lado a lado. Dijo mi papá que nunca en sus años así lo vio, no había nada que pudiéramos hacer, mojó nuestros víveres para todo el invierno.  El agua cubrió los campos y se llevo todo a su paso, pasó muy cerca del corral y mi serpentina no supo ponerse a salvo o no quiso, o tal vez  no era el animal feliz que yo creía, ella  intentó cruzar el turbulento y turbio río entre troncos y piedras, valiente ella, quizás quiso alcanzar algo que en nuestra orilla no había,  lo buscó en la otra.  El vecino  dijo a mi hermano que vio sus manchas de vaca, luego sus patas, luego  su trompa, luego su panza girar y girar entre las violentas y sucias aguas, pero no está seguro.
Ahora estamos mi hermano y yo de pie sobre el barranco mirando el agitado río, él me mira en silencio. Tristemente pienso en dónde irá  mi serpentina río abajo,  girando en estas aguas, quizás se encuentre con mis hermanas, allá, donde están las luces y desembocan las  sucias aguas.

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