Le encantaban los libros, se perdía con su aroma amaderado y con sus hojas viejas que hacían volar sus pensamientos más allá de aquellos inmensos cerros andinos. No habían libros en su casa, por lo que cuando encontraba uno era como hallar un tesoro, aunque siempre los tesoros resultaban estar rotos y, además, solían faltarles páginas, pero eso no era un problema para ella ya que se las arreglaba escribiendo por su cuenta la vida y los acontecimientos de los personajes en las hojas que faltaban, a todos les daba un feliz final.
Un día, uno de aquellos libros que encontró por ahí fue "Cien años de soledad" de García Márquez. Lo que llamó especialmente su atención fue su título; por aquella época era una chascona y sensible pre adolecente con las piernas flacas, los dientes grandes y con unas incomnmesurable imaginación. No ha cambiado mucho desde entonces a pesar de toda el agua que ha corrido debajo del puente.
Leyó "Cien años de soledad" en tres días, siempre escondida de la madre que no podía verla haciendo nada que no fuera limpiar, lavar, cocinar, cuidar a la hermana pequeña, volver a lavar, volver a limpiar, etc. Giró la última página y al momento de cerrar el libro dio un inmenso suspiro, a pesar de que la historia no tenía final feliz alguno, pero se sintió conmovida aquel instante. Acurrucó el libro en su pecho y después del suspiro se dio cuenta que ahí empezaría su gran dilema... ¿Qué quería decir García Márquez con las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia?? (para los que no han leído el libro Mauricio Babilonia es un personaje al cual le persiguen mariposas amarillas allá hacia donde va. El autor nunca explica el por qué, sólo cada vez que lo nombra, nombra también a las mariposas).
La niña, cuando ya no lo era tanto, aún con los años se sorprendía pensando en el por qué de las mariposas amarillas, para ella significaba algo tan bonito y nunca pudo dejar de pensar que algún día se encontraría cara a cara con aquel hombre rodeado de mariposas amarillas y sería maravilloso.
Una vez entró en un invernadero de flores lleno de mariposas de todos lo colores, ella alucinaba jugando horas y horas detrás de las amarillas e intentaba que la siguieran, pero no lo consiguió. Al final dejó la puerta abierta y las pocas que salieron se echaron libres a volar. Se conformó recogiendo los cadáveres de mariposas que ya habían muerto, las acomodó en una bonita caja de madera en su habitación, cajita que abría cada noche soñando que volverían a la vida y revolotearían sobre su cama mientras ella dormía.
Después de muchos años, ya más grande, releyó el libro. Aún seguía pensando en mariposas y en el mágico misterio que significaba para ella. Al finalizarlo llegó a la conclusión de que García Márquez quería decir que Mauricio Babilonia estaba loco y eso tan bonito de las mariposas el autor sólo se refería a su completa locura. ¡¡Tenía que ser eso!! ¿Qué más podía ser? ¡¡Qué desilución!! La imagen de un Mauricio Babilonia completamente loco y sin mariposas amarillas la desilucionó completamente. Dejó de pensar en que algún día lo encontraría ya que él no tendría nada especial y nunca más volvío a pensar en él.
Hace poco tiempo atrás, escuchó por casualidad la pegajosa canción que hace referencia al libro, sonrió con el alma. Cerró sus ojos e imaginó a Mauricio Babilonia bailando para ella e invitándola a bailar; se imaginó ella misma embelesada jugando con sus mariposas para luego bailar con él en medio de un sin fin de mariposas amarillas que agitaban suavemente sus alas. Al cabo de unos suspiros abrió sus ojos, lo vio a él, su rostro era tan dulce. Mauricio Babilonia estaba rodeado de tantas mariposas amarillas, más de las que ella toda la vida había imaginado. Ambos bailaron, bailaron y bailaron mientras a su alrededor las mariposas de él y las mariposas que también siempre la habían acompañado a ella, formaron un inmenso torbellino de cientos de mariposas amarillas que giraban en torno a los dos.
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