Bajo el caudal rojizo de la tarde,
mi niño precioso,
viene a verme,
no me olvida
y no sé si me quiere.
Yo le espero
y mientras me pregunto:
¿para qué amo yo a mi niño bello?.
Él volará,
luego de mí nada habrá,
se perderá entre montañas,
sauces y cañaverales.
Le obsequiarán leche, vino,
pieles tostadas,
más suaves.
Mi niño precioso,
ya no viene.
Tal vez se ha hecho un hombre,
un hombre con los vicios de los hombres
y por eso no vuelve.
La lluvia no cesa,
dormiré a mi espera,
soñaré que él viene,
que entre gemidos y gritos
en sus brazos, me duerme.
Para mi niño precioso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario