Por la noche que no me diste,
por los besos que no quisiste,
por no velar mis sueños en tu almohada,
deja que vuele, donde tú no alcanzas.
Aquella tormenta se llevó lo poco que quedaba de ti,
yo corrí detrás de ella,
recogiendo despojos y no fue suficiente,
esa lluvia enfrió mis venas y mi corazón.
Tú sufres ahora y yo ya no,
no te sueño, ya no te espero.
Mis penas secan al sol,
perdóname como yo lo he hecho,
recuerdame como tú quieras,
con rosas y vinos, y la luna en primavera.
No fue mi culpa, ni fue la tuya,
fueron las luces de aquella ladera.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
lunes, 13 de septiembre de 2010
Juan de las culebras
Clara de despertó en plena noche, podía oír claramente el ruido que hacían los grillos antes de la madrugada. Qué sueño más raro había tenido, planetas lejanos gobernados por máquinas, súper héroes humanos que asesinaban máquinas con sólo una mirada. Se levantó perezosa, abrió un poco la cortina, no vio nada extraño sólo unos ojos brillantes a lo lejos, pensó que sería un gato negro husmeando la basura, intentó seguir durmiendo, pero los malditos sueños se volvían a apoderar de su almohada; entonces se levantó, decidió salir a caminar un rato, el día despuntaba gris y frió, estaba amaneciendo, oía el alegre canto de los pájaros que a ella tanto le gustaba y el olor a hierba fresca de aquella mañana.
Caminó unos diez minutos y vió la casa vecina hecha de piedras que le traía recuerdos de su infancia, se detuvo unos instantes a observarla, la puerta estaba abierta y sin pensarlo entró como Clara entraría a su propia casa en El Peñón. El piso de piedras desniveladas, su interior había una luz tenue que regalaba una lámpara de gas, hacía mucho frío ahí dentro y la piel se erizaba. Miró a su alrededor y vió varios ovillos de alambres de púas, entre ellos se deslizaban serpientes de todos los tamaños... Un espectáculo espeluznante no podía moverse, estaba paralizada, intentaba hablar, pero no salía palabra alguna de sus labios, aparecío un hombre con los cabellos largos, pegajosos, negros, y un anticuado flequillo, llevaba una camisa blanca abierta y anudada en el ombligo, una gran serpiente en su cuello, éste hombre se llamaba Juan de las culebras.
Invitó a Clara a adentrarse más a su casa, ella con mucho miedo aceptó, le daban pánico las serpientes, y aún así lo siguió , no podía huír, ni siquiera lo pensaba, el hombre la guío al patio y mostró un agujero inmenso cavado en el suelo. Clara se acercó y miro al fondo de ese profundo pozo, qué espantoso espectáculo, serpientes hambrientas al fondo, podía ver en la oscuridad sus horribles dientes. Él nunca habló y sin emoción arrojó a Clara al pozo, ella gritó horrorizada, antes de llegar al fondo, se despertó.
Caminó unos diez minutos y vió la casa vecina hecha de piedras que le traía recuerdos de su infancia, se detuvo unos instantes a observarla, la puerta estaba abierta y sin pensarlo entró como Clara entraría a su propia casa en El Peñón. El piso de piedras desniveladas, su interior había una luz tenue que regalaba una lámpara de gas, hacía mucho frío ahí dentro y la piel se erizaba. Miró a su alrededor y vió varios ovillos de alambres de púas, entre ellos se deslizaban serpientes de todos los tamaños... Un espectáculo espeluznante no podía moverse, estaba paralizada, intentaba hablar, pero no salía palabra alguna de sus labios, aparecío un hombre con los cabellos largos, pegajosos, negros, y un anticuado flequillo, llevaba una camisa blanca abierta y anudada en el ombligo, una gran serpiente en su cuello, éste hombre se llamaba Juan de las culebras.
Invitó a Clara a adentrarse más a su casa, ella con mucho miedo aceptó, le daban pánico las serpientes, y aún así lo siguió , no podía huír, ni siquiera lo pensaba, el hombre la guío al patio y mostró un agujero inmenso cavado en el suelo. Clara se acercó y miro al fondo de ese profundo pozo, qué espantoso espectáculo, serpientes hambrientas al fondo, podía ver en la oscuridad sus horribles dientes. Él nunca habló y sin emoción arrojó a Clara al pozo, ella gritó horrorizada, antes de llegar al fondo, se despertó.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Mañana de colas
El reloj sonó a las seis de la mañana, ¡joder! Me parece que hace dos minutos me había acostado, las calurosas noches del verano en Palma me desploman. No me queda otra, tengo que levantarme; el espejo no estaba amigable, gritaba más horas de sueño… ¡¡ni pensarlo!! ya estaba atrasada. Un chorro de agua fría en mi cara para terminar de despertarme: coleta, gafas y salir disparada. Arranco mi White Polo 1.4 105 CV y acelero, la vía de cintura vacía, claro, pleno agosto en Mallorca, sólo turistas y ellos no madrugan.
Conduzco rápido, escucho la radio a todo volumen "hoy es noche de sexo", tema que me recuerda a mi buena amiga Ely, me dan ganas de bailar, no puedo evitarlo, cafeína pura, aparco, bajo del coche bastante más animada, moviendo el esqueleto... y la veo, la veo estupefacta, la interminable cola con más de 300 personas para acceder a la oficina de Inmigración de las Islas Baleares; y eso que yo había llegado a las ¡¡siete menos cuarto de la madrugada!!! y ya hay ¡¡300 personas antes que yo!! ¡¡Qué brutalidad!. Y aún queda gente por llegar, ya que la oficina abre a las nueve, qué horror..."noche de sexo" es sólo un recuerdo de un pasado feliz.
Me pongo a la fila, pienso, tal vez ni alcance número, que conste ¡¡me he levantado a las seis!! bueno a las seis y cuarto, unos minutos más en la cama, éso si que me había permitido, "porque yo lo valgo". Además con la cara de espanto que llevo, al menos, me hace gracia presumir de ser la más guapa de la cola, lo sé porque un musulmán mira con boca abierta mi corto vestido y hombros al descubierto, su mujer hace lo mismo, pero a ella la envidia la corroe, lo sé.
Delante mío hay unas marroquíes, me doy cuenta, al ver un pasaporte que asoma entre el papelerío de su chillona carpeta, no paran de hablar, no me entero de nada. Un negro que está detrás mío parece tranquilo, no habla, sólo espera, siempre mira al cielo, que hoy está nublado. Me pregunto: ¿por dónde discurren sus pensamientos?, ¿qué ideas pasan por su cabeza?, ¿cuando llegó aquí?, ¿dónde dejó a su familia?, ¿piensa en su mujer, en sus hijos?; Tal vez están muy lejos de aquí, ¿tendrán el estómago lleno?. Él lleva una camisa negra de imitación D&G, alpargatas a estrenar, está aquí, a un paso de mí, pero está lejos, más lejos que las nubes que él tanto contempla.
Las marroquíes me tienen mareada, sigo presumiendo de ser la más guapa de la cola y con más de 300 personas, saco cuentas: 182 mujeres y yo la más bonita, no está mal para una flaca piernas torcidas y culo gordo.
Ya son las nueve, ¡han abierto!, ¡Aleluya! se abren las puertas del cielo, avanza la hilera lentamente. Un bebé chino duerme plácidamente en su cochecito, es una niña preciosa, ¡gordísima!, sus ojos son una raya oscura, sus mofletes parecen dos globos que dan ganas de pinchar. Sus padres, quietos, tranquilos, no hablan, sólo se miran y miran, avanzan un paso cada 5 minutos.
Piso unos cartones y veo una frazada y un cojín... ¡¡Joder!! Me hubiera venido a dormir aquí.
Más adelante veo a unas venezolanas o de por ahí, lo deduzco por su apariencia, cuarenta años y bien alimentadas, ceñidos vaqueros y tops que marcan sensualmente sus curvas, causan sensación en la formación, pero no logran destronarme. Ahora la fila avanza más rápida, esquivo una mierda de perro y un condón usado... ¿quién vendrá a follar aquí?.
Las marroquíes han agotado mi paciencia y la de un rumano que está delante de ellas, es gitano, ¡se huele!.
Mucha gente exótica y de lugares tan remotos, y yo de El Coipo
Se incorpora a la ringlera una colombiana, morena, pelo largo, buenamoza y con una destacable delantera, no logra quitarme el cetro. Ahhhh ese acento encantador, ya quisiera yo tener a alguién que me hable de Ud. y al oído.
Me acerco a la puerta de entrada, un poli me pregunta que trámites voy a realizar, le muestro mi sobria carpeta, me hace pasar y me da un número el 248. ¡Coño! pasaré la mañana aquí, hasta podría dormir las horas que me faltaron, si no fuera por los niños que corretean, la gente murmurando diferentes idiomas y las marroquíes que siguen chillando su jerigonza, dormiría a pata suelta... ¡OOOhhhhhh!, de repente la veo, ¡¡me han destronado!!, una chilena guapísima, pelo oscuro y rizado, rostro pálido, suaves curvas, ¡joder! me han arrebatado mis 5 minutos de gloria, suele pasarme a menudo.
En fin, después de mil vostezos míos, más unos 50 millones, si cuento al resto de los inmigrantes y otros 25 millones más, incluyendo a los representantes del Gobierno español. Llega mi turno, entro, me atiende un joven muy simpático, no le extraña mi cara de sueño, vengo a renovar mi residencia por tres años más, digo, el hojea mi carpeta, le faltan documentos, sin esos papeles no podemos tramitar su visa, lo siento, me dice con resignación, deberá ir a la seguridad social, de ahí a hacienda, y de hacienda a la policía nacional para sacar sus antecedentes penales ¡¡qué susto!! y recién, en ese momento, veremos si podemos renovar su tarjeta de residencia. ¡No puede ser!, respondo con amargura, deseo que éste tenga que inmigrar algún día a Chile.
Son las tres menos veinte, me voy derrotada. Para colmo de males, ni un tío bueno. Pego una repasada a la que me quitó el trono, ¡BRUJA!, me voy con la cola entre las piernas a hacer cola a otro lado.
Conduzco rápido, escucho la radio a todo volumen "hoy es noche de sexo", tema que me recuerda a mi buena amiga Ely, me dan ganas de bailar, no puedo evitarlo, cafeína pura, aparco, bajo del coche bastante más animada, moviendo el esqueleto... y la veo, la veo estupefacta, la interminable cola con más de 300 personas para acceder a la oficina de Inmigración de las Islas Baleares; y eso que yo había llegado a las ¡¡siete menos cuarto de la madrugada!!! y ya hay ¡¡300 personas antes que yo!! ¡¡Qué brutalidad!. Y aún queda gente por llegar, ya que la oficina abre a las nueve, qué horror..."noche de sexo" es sólo un recuerdo de un pasado feliz.
Me pongo a la fila, pienso, tal vez ni alcance número, que conste ¡¡me he levantado a las seis!! bueno a las seis y cuarto, unos minutos más en la cama, éso si que me había permitido, "porque yo lo valgo". Además con la cara de espanto que llevo, al menos, me hace gracia presumir de ser la más guapa de la cola, lo sé porque un musulmán mira con boca abierta mi corto vestido y hombros al descubierto, su mujer hace lo mismo, pero a ella la envidia la corroe, lo sé.
Delante mío hay unas marroquíes, me doy cuenta, al ver un pasaporte que asoma entre el papelerío de su chillona carpeta, no paran de hablar, no me entero de nada. Un negro que está detrás mío parece tranquilo, no habla, sólo espera, siempre mira al cielo, que hoy está nublado. Me pregunto: ¿por dónde discurren sus pensamientos?, ¿qué ideas pasan por su cabeza?, ¿cuando llegó aquí?, ¿dónde dejó a su familia?, ¿piensa en su mujer, en sus hijos?; Tal vez están muy lejos de aquí, ¿tendrán el estómago lleno?. Él lleva una camisa negra de imitación D&G, alpargatas a estrenar, está aquí, a un paso de mí, pero está lejos, más lejos que las nubes que él tanto contempla.
Las marroquíes me tienen mareada, sigo presumiendo de ser la más guapa de la cola y con más de 300 personas, saco cuentas: 182 mujeres y yo la más bonita, no está mal para una flaca piernas torcidas y culo gordo.
Ya son las nueve, ¡han abierto!, ¡Aleluya! se abren las puertas del cielo, avanza la hilera lentamente. Un bebé chino duerme plácidamente en su cochecito, es una niña preciosa, ¡gordísima!, sus ojos son una raya oscura, sus mofletes parecen dos globos que dan ganas de pinchar. Sus padres, quietos, tranquilos, no hablan, sólo se miran y miran, avanzan un paso cada 5 minutos.
Piso unos cartones y veo una frazada y un cojín... ¡¡Joder!! Me hubiera venido a dormir aquí.
Más adelante veo a unas venezolanas o de por ahí, lo deduzco por su apariencia, cuarenta años y bien alimentadas, ceñidos vaqueros y tops que marcan sensualmente sus curvas, causan sensación en la formación, pero no logran destronarme. Ahora la fila avanza más rápida, esquivo una mierda de perro y un condón usado... ¿quién vendrá a follar aquí?.
Las marroquíes han agotado mi paciencia y la de un rumano que está delante de ellas, es gitano, ¡se huele!.
Mucha gente exótica y de lugares tan remotos, y yo de El Coipo
Se incorpora a la ringlera una colombiana, morena, pelo largo, buenamoza y con una destacable delantera, no logra quitarme el cetro. Ahhhh ese acento encantador, ya quisiera yo tener a alguién que me hable de Ud. y al oído.
Me acerco a la puerta de entrada, un poli me pregunta que trámites voy a realizar, le muestro mi sobria carpeta, me hace pasar y me da un número el 248. ¡Coño! pasaré la mañana aquí, hasta podría dormir las horas que me faltaron, si no fuera por los niños que corretean, la gente murmurando diferentes idiomas y las marroquíes que siguen chillando su jerigonza, dormiría a pata suelta... ¡OOOhhhhhh!, de repente la veo, ¡¡me han destronado!!, una chilena guapísima, pelo oscuro y rizado, rostro pálido, suaves curvas, ¡joder! me han arrebatado mis 5 minutos de gloria, suele pasarme a menudo.
En fin, después de mil vostezos míos, más unos 50 millones, si cuento al resto de los inmigrantes y otros 25 millones más, incluyendo a los representantes del Gobierno español. Llega mi turno, entro, me atiende un joven muy simpático, no le extraña mi cara de sueño, vengo a renovar mi residencia por tres años más, digo, el hojea mi carpeta, le faltan documentos, sin esos papeles no podemos tramitar su visa, lo siento, me dice con resignación, deberá ir a la seguridad social, de ahí a hacienda, y de hacienda a la policía nacional para sacar sus antecedentes penales ¡¡qué susto!! y recién, en ese momento, veremos si podemos renovar su tarjeta de residencia. ¡No puede ser!, respondo con amargura, deseo que éste tenga que inmigrar algún día a Chile.
Son las tres menos veinte, me voy derrotada. Para colmo de males, ni un tío bueno. Pego una repasada a la que me quitó el trono, ¡BRUJA!, me voy con la cola entre las piernas a hacer cola a otro lado.
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